PACIENCIA DE CUIDADOR

Hablamos muchas veces de las condiciones innatas o adquiridas que debe tener un cuidador para desarrollar eficazmente su trabajo, pero pocas veces nos paramos a pensar en la paciencia con que debe contar no sólo en su trato con el paciente, en el que ocupa un lugar primordial, sino en cuanto a su trato con la familia del paciente, que también.

En la mayor parte de las ocasiones las familias se ven aliviadas en sus obligaciones diarias cuando se incorpora la figura de un cuidador profesional, conocedor de su trabajo y con experiencia profesional en estas complicadas situaciones. Pero no siempre es así, otras muchas veces debe superar las desconfianzas familiares, habitualmente provocadas sin un motivo aparente.

Es en estos momento cuando se puede manifestar por parte de alguno de los miembros de la familia, frecuentemente por parte del que asume la máxima responsabilidad y carga de trabajo en el cuidado del enfermo, una enfermedad que no por conocida y ampliamente tipificada hace más llevadera su existencia, esta no es otra que el “Síndrome del Cuidador”.

Es cada vez más frecuente que cuando esta situación se produce no haya forma de enderezarla; ya que ningún cuidador, por acreditada que tenga su formación y experiencia es capaz de satisfacer con su trabajo a este miembro de la familia, que hasta entonces era el máximo responsable en el cuidado del paciente. A partir de la llegada del cuidador esta responsabilidad se transforma en el trabajo de demostrarse a sí mismo y a los demás la ineficacia en el trabajo de este profesional.

Da igual que lo sustituyas, las veces que sean, que se varíe el perfil o la trayectoria profesional de la persona incorporada al puesto de trabajo, es imposible, nunca se hacen las cosas a su gusto, nunca se muestra satisfecha con la competencia del profesional, su día a día se transforma en una persecución para insistir en que las cosas se hagan tal como ella las haría; en muchas ocasiones siguiendo un criterio equivocado, ya que a pesar de los años de experiencia con que pueda contar, no ha adquirido ninguna formación académica y todo se hace según lo que ha ido aprendiendo con el paso del tiempo, en ocasiones de forma incorrecta.

En esta situación, lo más difícil es que esta persona reconozca que está siendo víctima de un tipo de obsesión, que no por tipificada y reconocida médicamente es más conocida por las personas en general; ya que piensan que únicamente es un deseo de que las cosas se hagan bien.

Pero no se trata de hacer las cosas bien, sino de hacerlas como ella las haría, en todo momento, lo que es lógicamente imposible.

Confiar en el cuidador, si está suficientemente formado y cuenta con la experiencia idónea, es un principio fundamental para que la relación se prolongue, dejarle trabajar y reconocer sus logros en el día a día con el paciente es lo que definirá, en el tiempo, el que la relación entre el cuidador y la familia del paciente sea sana, cordial y duradera, aspectos que siempre redundarán en beneficios para la persona dependiente.

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