EL VALOR DE SU TRABAJO
Cuando llegan estas fechas navideñas, tan especiales para todos, es cuando las familias que cuentan con un miembro con una enfermedad o una discapacidad se plantean la incorporación de un cuidador que les ayude a sobrellevar la carga que supone su atención durante estos días en los que abundan los compromisos familiares, profesionales y de todo tipo.
Es entonces cuando se dan cuenta de lo que les podría facilitar la vida la incorporación de un profesional de estas características. En la mayor parte de los casos no perciben que el trabajo de un cuidador va más allá que atender a la persona en sus necesidades básicas, aunque cierto es que en muchos casos por motivos de edad o de enfermedad es prácticamente imposible interactuar con el paciente porque ya tiene muy deterioradas sus facultades físicas y cognitivas.
Soy testigo de los importantes avances y mejoras que puede conseguir una persona con discapacidad o movilidad reducida cuando trabaja diariamente con un cuidador profesional conocedor de su oficio. Muchas veces esta mejora supera las expectativas de la propia familia y de sus médicos.
He podido comprobar también, la estrecha relación personal que se entabla, en gran número de ocasiones, entre un paciente y su cuidador; no olvidemos que puede ser la persona con la que más horas comparta a lo largo del día. Aunque a muchas personas les pueda parecer irreal me he dado cuenta que esta relación es recíproca, ha habido casos de cuidadores que después de un tiempo con un paciente no han querido abandonar su cuidado a pesar de recibir ofertas profesionales más sugerentes o mejor retribuidas, todo ello en virtud del cariño que habían tomado a la persona que cuidaban.
Tendemos a olvidar que aún siendo una labor que se realiza a cambio de una retribución económica, estos cuidadores se implican emocionalmente tanto con su paciente como con la familia, sintiendo como algo propio los progresos, en su autonomía personal, que va logrando su paciente.
Estamos de acuerdo que es un trabajo, pero también es cierto que si no va acompañado de una vocación personal, el cuidado de personas mayores o discapacitadas es un trabajo duro que no todas las personas pueden ser capaces de realizar de una forma satisfactoria.
De hecho ahora en vacaciones navideñas, son muchos los cuidadores que anteponen las necesidades de su paciente a sus propios deseos.
Porque es cierto, es una labor retribuida, pero ¿ cuántos estaríamos dispuestos a sacrificar nuestra propia celebración para atender a otra persona en la suya propia ?
Esta es una pregunta que cada uno se debe responder a sí mismo.
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