NO SIEMPRE ES FÁCIL
Se habla mucho sobre el problema que representa para un cuidador no profesional, habitualmente algún familiar, que dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado de una persona enferma o dependiente, el conseguir mantener sus aficiones, inquietudes y amistades. Los problemas personales que le puede acarrear el tener que abandonar su propia vida para asumir el cuidado de otra persona. Sobre esto y sus consecuencias se ha escrito mucho, y frecuentemente nos puede parecer que es una falta de profesionalidad por parte del cuidador, que no es capaz de separar su vida personal de su rol profesional.
Bajo esta perspectiva puede parecer fácil de solucionar; ya que se trataría simplemente de compartir las tareas con otro familiar o con un cuidador especializado, aunque esto se puede complicar, bien sea por falta de familiares cercanos y dispuestos a compartir la tarea, como por la falta de recursos económicos para contar con terceras personas.
Pero qué ocurre cuando la intransigencia del enfermo o del dependiente hace que sea imposible turnar los cuidados con ninguna otra persona, porque el paciente se niega, con todos los medios a su alcance, que sea otra persona y no la que él quiere quien le ayude en sus necesidades diarias.
Este hecho, mucho más frecuente de lo que se pueda pensar, hace que sobre el cuidador, en estos casos normalmente un familiar muy cercano, caiga la responsabilidad de asumir en su totalidad la dura tarea de cuidar. Viéndose obligada, esta persona, al abandono de su vida personal, laboral y social para dedicarse en cuerpo alma al cuidado de otra, sin ningún tipo de descanso, porque ante cualquier ausencia el paciente cambia su humor y saca lo peor del despotismo humano, con el clásico “yo estoy mal y tú bien y debes cuidarme hasta el final”.
Normalmente ante esto, al cuidador, no le queda más remedio que afrontar la tarea y guardarse sus propios deseos, procurando encarar las dificultades con la mejor de las disposiciones.
No se deben nunca aceptar estas imposiciones, ni aún creyendo que es lo que uno desea, porque a la larga sólo acarreará problemas personales y deficiencias en las labores de cuidado, ya que es lógico pensar que no se puede asumir un trabajo que ocupa las 24 h del día y que no permite la más mínima atención de uno mismo.
No se trata de egoísmo, se trata de intentar mantener las mejores condiciones, tanto físicas como mentales, para poder desarrollar un trabajo tan duro como la atención continua a una persona enferma y dependiente.
No siempre es fácil, pero sí necesario el mantener a toda costa el contenido de la vida personal del cuidador, para poder desarrollar de la forma más eficaz su trabajo.
Recuerda, cuidarse para cuidar.
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