MEJOR EN CASA
Cuando en una familia se produce un problema de discapacidad grave en uno de sus miembros, habitualmente con una edad avanzada, el dilema se debate entre dos posibilidades, la permanencia en la vivienda habitual o el ingreso en una residencia.
La decisión es difícil y siempre debe quedar supeditada a los deseos del enfermo. Claro, esto es posible, si la familia cuenta con recursos económicos para asumir la decisión siendo ésta la que sea.
Pienso que siempre que la enfermedad o el proceso degenerativo no sea tan difícil de tratar o tan acelerado que aconseje lo contrario, la mejor opción siempre pasa por mantener a la persona dentro de su entorno habitual, que pueda seguir viviendo en su casa, con sus objetos y sus recuerdos.
Para ello es fundamental que se incorpore la presencia de un cuidador, que puede ser familiar o bien profesional, que contribuirá a descargar de trabajo a la familia, lo que hará más llevadero todo el proceso.
Nunca me ha gustado el ingreso en residencias de las personas en situación de dependencia, ya que pienso que pasan a perder buena parte de su identidad y empiezan a ser más dependientes todavía; puesto que la imposibilidad de una atención individualizada en función de la autonomía de cada paciente, hace imposible que verdaderamente se posibilite el que cada una de las personas allí ingresadas pueda desarrollar mejoras en el desarrollo de su enfermedad.
Cierto es que hay enfermedades que llegadas a un punto son imposibles de controlar por mucha atención que se le dedique y por mucha profesionalidad que demuestre el cuidador, en situaciones así no queda más remedio.
Pero, cuando la ocasión lo permita, sin duda que la mejor opción en mantener a la persona en su residencia habitual y procurar que en el día a día sea capaz de mantener la máxima autonomía personal, con el apoyo de su cuidador.
Por supuesto el contacto continuado con la familia también es muy importante para el bienestar de la persona, el sentirse cuidado, arropado y protegido es la mejor terapia para mantener la normalidad de la situación el mayor tiempo posible.
Por tanto, llegado el caso, escuchemos al enfermo, atendamos sus necesidades y procuremos mantenerlo en su entorno material y afectivo el mayor tiempo posible y pensemos que excepto en circunstancias especiales, siempre atendiendo a los consejos del especialista, el que continúe en su ambiente habitual siempre será su mejor tratamiento.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!