MANTENER EL ÁNIMO

Es indudable que la medicina ha avanzado en las últimas décadas de una forma que no se podía imaginar no hace tanto tiempo. Es verdad que se consigue prolongar la esperanza de vida durante años y años, manteniendo con vida a las personas mayores durante mucho más tiempo del que, en ocasiones, sería normal.

Todos estos ancianos con graves patologías y muchas veces víctimas de la principal, la falta de interés por seguir viviendo, ven prolongar sus días manteniéndoles en una burbuja protectora que hace que su vida continúe.

La mayor parte de las veces damos por sentado que estos ancianos desean verdaderamente continuar con este trance. Prolongar una vida que ya no les trae más que molestias y sufrimiento, degradando su día a día, sin posibilidades de disfrutar de la vida pero obligados a mantener su rutina de forma constante.

Es estupendo que la medicina pueda prolongar el tiempo de vida de los enfermos y mejorar su calidad de vida durante todo el proceso, pero esto último no siempre se cumple y el precio por continuar viviendo se traduce en infinidad de padecimientos.

Son muchas las personas mayores que, en estas condiciones, precisan la figura de un cuidador, puesto que ya son incapaces de realizar las funciones normales de la vida por sí solos y junto con su cuidador forma un equipo que le permite encarar las vicisitudes diarias. En muchos casos no han perdido la ilusión y el ansia por vivir y en estas situaciones se pueden conseguir grandes avances con el trabajo diario.

Pero existe también la situación contraria, en ella la persona dependiente se encuentra hastiada de su situación y el día a día se transforma en una pesada carga que progresivamente se hace insoportable.

¿Cómo ayudar a estas personas? Pienso que sería necesario un trabajo psicológico preventivo para intentar paliar en la medida de lo posible los efectos devastadores de esta falta de voluntad por seguir viviendo, pero cuando ya la situación se hace insoportable el único apoyo para el enfermo está en su entorno, que es el que debe intentar motivarlo constantemente.

Ante esto la figura de un cuidador especializado, en el cuidado de personas con este tipo de patologías es lo que más le puede ayudar para intentar recuperar, en la medida de lo posible, una mínima ilusión.

De cualquier forma se debe comprender que cuando el sufrimiento supera los aspectos gratificantes de la vida, se hace muy difícil mantener las ganas y el interés por seguir viviendo. La única forma de ayudarle es darle protección, cariño y comprensión para que el enfermo perciba el apoyo desinteresado de su entorno.

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