EL PERFIL DEL CUIDADOR
Cuando se produce una situación de necesidad de cuidados la primera ayuda llega, generalmente, de la familia. Dentro de ésta, uno de sus miembros asume el rol de cuidador principal, muchas veces sin un acuerdo explícito, ni una implicación total de todos sus componentes.
En la mayor parte de las ocasiones, esta primera ayuda parte de las mujeres; esposas, hijas, nietas o nueras. Ocho de cada diez personas que cuidan a un familiar, en España, son mujeres de entre 45 y 65 años.
Esto es debido, más aún en un país como España, a que la educación recibida y la presión social favorecen el criterio de que la mujer está mejor preparada que el hombre para cuidar. Cuidar es una situación que muchas personas, a lo largo de su vida, acaban experimentando; y las personas que lo han vivido saben que exige una dedicación importante de tiempo y energía. Acarrea tareas que pueden no ser ni cómodas ni agradables, y sin duda, habitualmente se da más de lo que se recibe.
Lo normal es que nadie haya pensado ni previsto que, algún día, puede llegar a desarrollar esta actividad, por ello, excepto los cuidadores profesionales, no se suele haber recibido formación específica.
Cuidar a un familiar necesitado de ayuda puede ser una experiencia muy satisfactoria, puede hacer que descubramos en nosotros cualidades, aptitudes o talentos que de otra forma habrían pasado desapercibidos.
Todo esto conlleva que la gran parte de los cuidadores, pese a posibles sinsabores, acaben descubriendo la íntima satisfacción de ser útiles a sus familiares más próximos.
Pero también puede ser una de las experiencias más solitarias e ingratas. El cuidar es, al mismo tiempo, solitario, ingrato, conmovedor y satisfactorio.
El problema llega cuando el cuidador relega su vida personal a un segundo plano y se olvida de sí mismo. En este momento, cuando el cuidador se exige demasiado y se olvida de sus propias necesidades es cuando deben saltar las alarmas y pedir ayuda.
No hay que olvidar que estos problemas de verse superado y agotado por las necesidades constantes del dependiente, causan una serie de trastornos en los cuidadores que no benefician ni al cuidador ni a la persona cuidada.
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