DISCAPACIDAD EN VACACIONES
Siempre ocurre que ante la llegada del verano a muchas familias les asalta la preocupación de que va a ocurrir con sus familiares discapacitados, enfermos o simplemente mayores durante el tiempo de vacaciones y de calor sofocante.
Es entonces cuando surgen las dudas de si mantenerlos en su vivienda habitual o ingresarlos en una residencia, ante la imposibilidad de poderlos trasladar de su domicilio, por su debilidad física o por la confusión que generaría en su ánimo el cambio.
Lógicamente cada familia es un mundo y cada dependiente tiene una historia de problemas y discapacidades que puede dificultar e incluso imposibilitar el periodo vacacional de los restantes miembro de la unidad familiar.
En estas circunstancias lo preferible suele ser no alterar la rutina de las personas mayores o dependientes intentando mantenerlas siempre que sea posible en su entorno habitual. Esto que es fácil de decir y plantear a veces es sumamente difícil de lograr. Influyen mucho sus circunstancias económicas ya que cuando se disponen de recursos no hay impedimento para la contratación del personal necesario para su atención durante ese periodo en que las personas abandonan sus ocupaciones diarias para dedicarse a descansar, con lo que ello supone de cambio de domicilio habitual y de menos disponibilidad de tiempo para ayudar y asistir a su familiar.
Se puede planificar la repartición de tareas en función de las posibilidades de cada uno buscando una ayuda externa para este periodo vacacional, pero indudablemente siempre va a suponer un desembolso económico. La única forma de disminuir o eliminar el coste económico es repartir las tareas de cuidado entre los miembros de la familia, pero claro cuando llegan las vacaciones siempre se quiere descansar y poder desconectar de las rutinas y las tensiones que se han soportado durante el año.
Por tanto las vacaciones, si se tiene un familiar enfermo o discapacitado que requiere cuidados, siempre son un pequeño problema para lograr encajar las necesidades propias de descanso con las necesidades propias de atención al familiar con problemas.
En estas situaciones y siempre dentro de las posibilidades de cada uno es necesario ser capaz de pedir ayuda. El pretender asumir uno mismo la totalidad de la responsabilidad del cuidado sobre la persona dependiente no es una buena idea ya que eso acarreará el soportar una presión añadida durante el tiempo de supuesto descanso que siempre afectará a la atención y al resultado de los cuidados sobre el familiar necesitado.
Hay que tenerlo presente, hay que saber delegar y llegado el caso ser capaz de pedir y aceptar ayuda, hay que cuidarse uno mismo para poder cuidar a los demás.
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